Siempre oímos hablar de Square como algo lejano, pero en territorio estadounidense esta compañía se está convirtiendo en el estandarte de un cambio en la forma con la que podemos pagar cualquier producto o servicio, tanto para el vendedor como para el cliente (que ve como su cartera ya no engorda con millones de tickets de compra).
Ya no hacen falta intermediarios: Square nos deja claro su impuesto del 2,75% de cada pago que opere y a partir de ahí todos nuestros pagos se efectúan con ellos. Perfecto para pequeños negocios, y mucho mejor con la aplicación Register que nos permite tirar a la basura esos armatostes llamados cajas registradoras. Muchos alaban esta nueva forma de pagar y en España muchas personas piden que algo así también se implemente, pero… ¿estamos realmente ante el futuro de los pagos?
Square: el usuario gana, pero podría ganar más
Square parte de una muy buena base: un modo extremadamente fácil de gestionar los pagos que se efectúen en tu negocio, una tasa completamente transparente y sin engaños, pagos que se reflejan en tu cuenta en sólo un día y la no necesidad de tener que encadenarnos a un banco para poder tener una máquina registradora de tarjetas de crédito. Eso está muy bien, pero ¿qué hay de las ventajas que tiene el cliente?
Las hay: nada de tickets, firmas completamente electrónicas y una serie de servicios que hacen que revisar los pagos con nuestra tarjeta se parezcan más a navegar por una red social. Pero hay algo que es clave, y es la comodidad al efectuar el pago. Y con Square, ese punto no mejora en absoluto.
El cliente sigue teniendo que tener una tarjeta de crédito y sigue teniendo que firmar. Sí, es mucho más cómodo ahora al ser todo electrónico, pero desde el lado del cliente es lo mismo que antes: Das una tarjeta, te piden que firmes, firmas y te vas con lo que has comprado. El proceso no se reduce ni se aligera en absoluto.
Pagar con un gesto
La clave está en hacer que el proceso de pago absurdamente fácil. Que sea tan sencillo que haya que tener cuidado de no hacerlo sin querer. Eso es precisamente lo que pretende el sistema NFC (Near Field Communications), algo que algunas entidades están ya empezando a probar incluso en nuestro país.
La idea aquí es pagar directamente aprovechando el chip NFC de nuestro móvil: imaginaos ir a comprar el pan y pagar su precio (que rondará los 1-3 euros) acercando el móvil a un dispositivo. Ya no hay que rebuscar ninguna tarjeta en la cartera: el smartphone es algo que siempre tenemos a mano, y los pagos se efectuarían en uno o dos segundos.
Pero claro, no todo es un camino de rosas. Esta tecnología tiene sus problemas de seguridad, cosa que ha quedado demostrada con el reciente comunicado que Google ha hecho acerca de su servicio de pagos por NFC Google Wallet. Éste es un servicio a medias entre lo que hablamos y los pagos actuales con tarjeta, ya que crea un ‘paso intermedio’ guardando la información de nuestra tarjeta en Google para efectuar los pagos más rápidamente. Pero aunque sea intermedio, ya consigue que los pagos se efectúen en uno o dos segundos. Y ésa es la clave.
Si eliminamos por completo las tarjetas de crédito de la fórmula, entonces el responsable de gestionar esos pagos serían las operadoras o incluso los fabricantes del teléfono. Apple, por ejemplo, podría tener otra fuente de beneficios si con el próximo iPhone instaurara los pagos por NFC a través de las cuentas de iTunes. Millones de personas tienen un iPhone, así que sólo haría falta un dispositivo receptor de pagos en cada negocio, una tasa para que Apple saque tajada del asunto y boom, ya tenemos aquí los pagos del futuro. Y cuando digo Apple y cuentas de iTunes, también puedo decir Google con sus cuentas @gmail.com.
Por supuesto eso no significa que esté diciendo que Square se va a estrellar. Square ha demostrado a todo el mundo que algo tan común como los pagos también se puede beneficiar de la revolución del internet móvil, y sólo tienen que actualizarse y ser compatibles con los pagos NFC para no bajarse de la cresta de la ola. Y para eso sólo hacen falta móviles compatibles y un poquito de trabajo por parte de los responsables del desarrollo de software.
Todo queda borroso por el momento, pero lo claro es que en cuanto una empresa encienda la mecha de la explosión de este tipo de pagos mucha gente se subirá al carro. Y las tarjetas de crédito seguirán existiendo, pero la parte del la población con móviles de última generación migrarán hacia lo que les resulte más cómodo. Y lo más cómodo que se ve desde el presente es sin duda pagar cualquier cosa acercando el móvil a un aparato receptor.